Romance de los caracoles
Las acelgas del Moreno estaban que daban pena todas llenas de agujeros, como panal de colmena. Su cuñado le decía: “algún bicho se las zampa”, mientras tanto las acelgas tenían muy mala estampa. Por si los pájaros fueran causantes de este trastorno puso el Moreno una malla de las que vende Manolo. Pero el remedio casero no le sirvió para nada: las acelgas seguían feas como moza mal casada. Cada día estaba la Pepa más cabreada si cabe sin poder comer acelgas con lo ricas que la saben. “¡Has de poner fin a esto, marido, si de algo vales! ¡No puede ser tan difícil acabar con estos males!” Jaimito fue el que una tarde encontró la explicación: vio que eran los caracoles causantes de la extorsión. A cogerlos se pusieron ¡habría más de noventa! escondidos en lo fresco esperando pa’ la cena. La María se los lleva a su casa en un instante para preparar un guiso muy sabroso y bien picante. Chapa y Josué tenían hambre a la mañana siguiente. Se comen los caracoles sin saber de dónde vienen. Cuando la Inma ve el guiso comenta sin mala intención: “¡Anda la leche, de estos en el patio tengo un millón!” “¡Cada vez que veo alguno por la tapia se lo lanzo, al patio de mis vecinos todo lo lejos que alcanzo”! Estas palabras reales dejaron claro y por bueno quién puso los caracoles en la huerta del Moreno. Y aquí se acaba la historia, nunca hasta ahora contada, del tiro con trayectoria de la Inma “Zarzolana”.
Escrito por Luis Otero
Octubre de 2016