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Año 1434: Juan II de Castilla en Navalmanzano

La noche en la que Juan II de Castilla pernoctó en Navalmanzano

Por Juanjo Gilsanz Otero

Imagen de Don Juan II de Castilla
Imagen de Don Juan II de Castilla

Un curioso acontecimiento que he podido rastrear sobre Navalmanzano, en la primera mitad del siglo XV, se enmarca en el relato de un viaje del rey, Juan II de Castilla, con su séquito:

«Miércoles 14 días de Mayo, (año) del Señor de 1434 años, partió el señor Rey de Medina del Campo, e yva con (él) el Prínçipe su fijo (el futuro Enrique IV), que era de hedad de nueve años, e el de su condestable don Alvaro de Luna; que fueron esse día a comer e a dormir a un monesterio que se llama Sancta María de la Mejorada que es çerca de la villa de Olmedo.

E este día, a ora de vísperas, fizo un terremoto que apedreó tan rrecio y tan fuerte que destruyó todas las viñas e panes, que no dexó cosa alguna donde alcançó.

E otro día siguiente partió del Monesterio, e fue a comer a Iscar e a dormir a Navalmançano…»

MATA CARRIAZO, J.: Crónica del Halconero de Juan II, Pero Carrillo de Huete. Colección Crónicas Españolas. Edit. Espasa Calpe. Madrid, 1946. Págs. 161 y 162. La cita corresponde al «…arreglo de la obra del halconero, realizado por el famoso obispo Don Lope Barrientos…», en la refundición ampliada de la crónica (Cap. CLXV).

El pusilánime monarca Juan II podría comprobar «in situ», tras ese pedrisco de mediados de mayo, las dificultades por las que atravesaban las vidas de sus súbditos.

La casa en la que pernocta un rey tiene el privilegio de poder lucir en su fachada unas cadenas. Pues bien, no nos han llegado esas cadenas que indicarían cuál fue el lugar que elegiría Juan II de Castilla para pernoctar.

Con toda probabilidad sería la casa del curato o la de algún hidalgo o labriego acomodado. Queda claro que se cobraría los impuestos “de alberguería y yantar”.

Juan II de Castilla

Su viaje continuó hacia Sepúlveda y Castilnovo (propiedad del condestable, como también lo era Cuéllar desde el año anterior), por Fuentepelayo y Aguilafuente.

En nuestros pueblos vecinos, Juan II de Castilla tendría noticias de cómo los musulmanes habían matado a Fajardo, hijo de Antonio Yáñez Fajardo, y herido al adelantado Diego de Rivera, en Álora.

Nuestra situación entre Cuéllar y Segovia o entre Olmedo/Íscar/Coca y Turégano/Sepúlveda haría de nuestro pueblo lugar de tránsito obligado, a veces de parada, de personajes ilustres en una época en la que la provincia de Segovia tuvo especial protagonismo.

La calle Caño, conocida también como “calle Real”, era el camino que seguirían las comitivas regias según se acercaban o se alejaban de la iglesia.

Romance de Don Juan II de Castilla y Navalmanzano

Don Juan II:
“Naciera yo hijo de un labrador e fuera
fraile del Abrojo, que no rey de Castilla”
.

Ya mediaba el mes de mayo
cuando cabalga Don Juan,
el Segundo de Castilla,
a quien no gustó reinar.

Partió el rey desde Medina
y fue a dormir en Olmedo;
era el año treinta y cuatro
sumado a mil cuatrocientos.

Iba con él Don Enrique,
el su hijo primogénito,
y el de Álvaro de Luna,
aquel condestable avieso.

A eso de hora de vísperas
cayó un pedrisco tan recio
que no dejó planta alguna
en las tierras de su reino.

En Íscar fue su yantar,
llegaron como pudieron,
por caminos embarrados
tras la descarga del cielo.

Estaba en su corta siesta…
le despertó el halconero:
¡Que se nubla, mi señor!
(le avisó raudo Don Pero).

De nuevo se pone en marcha
el séquito de Don Juan;
atraviesa El Carracillo
¡cuánta pereza le da!

Después de aquella tormenta
las pobres gentes del campo
se han quedado en la miseria:
no habrá ni uva ni grano.

De sus casuchas humildes,
algunas se han derrumbado;
el adobe de sus muros
se ha reconvertido en barro.

A pesar del contratiempo
Don Juan sigue su camino,
que en Castilnovo le espera
Don Álvaro en su castillo.

Con sus bestias extenuadas
divisan Navalmanzano;
como es caída la noche,
tendrán que hacer allí un alto.

Los del pueblo ya sabían
que el rey venía cansado.
Salieron a recibirle
hasta El Ejido de Abajo.

Con su traje de domingo
alzan y agitan los brazos;
todos quieren que les miren
señores tan señalados.

Por la calle Real arriba
van caminando despacio
y saludan con desgana
a quien les aclama tanto.

En la casa rectoral
se alojan los principales;
el halconero y la tropa
dormirán en los pajares.

El regidor del concejo
lleva una lista en la mano
con las cosas necesarias…
¡para malvivir otro año!

Aunque le espera la cena,
Don Juan coge aquel papel
y, por la cara que pone,
no le gusta lo que lee.

Habla de bajar impuestos,
de usar pastos y cañadas,
de roturar los baldíos,
de aprovechar la pinada…

«Haremos lo que podamos,
pero podemos muy poco.
Nuestros maravedíes van
a las guerras contra el moro.»

Sin una mala palabra,
pero con gesto aburrido,
el rey dobla aquella lista
y la guarda en el bolsillo.

El canto de la abubilla
ha despertado a Don Juan
quien, tras un copioso almuerzo,
reinicia su caminar.

El sol en el horizonte
ha vencido a la tormenta;
nuestro séquito real
avanza con más presteza.

Andada una media legua,
cuando ya nadie le ve,
oye un ris-ras el Malucas:
¡El rey ha roto un papel!

Juanjo Gilsanz

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