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Ermita de Santa Juliana

Situación de Santa Juliana

No se puede empezar un comentario sobre esta ermita sin hacer referencia a su emplazamiento. Santa Juliana se encuentra uno de los puntos más altos de nuestro término municipal. Al pisar su altura, y conociendo un poco nuestra historia y leyendas, se siente una sensación de paz inexplicable.

Ermita de Santa Juliana desde el camino del Calvario

Desde la prehistoria, hubo en sus inmediaciones asentamientos humanos: poblados del bronce final, construcciones bajo imperiales romanas, quizás visigodos, primeros cristianos repobladores,.. que probablemente eligieran este lugar como el más idóneo para sus ritos mágico-religiosos o funerarios.[1]

Por otro lado, la panorámica que se contempla de la campiña y alrededores, la vega del Malucas, el caserío del pueblo y los pinares, con la sierra al fondo, San Cebrián,… tienen desde aquí una sugestiva belleza.

El origen cristiano de la construcción hay que buscarlo en los tiempos de Repoblación de la Extremadura castellana.

Como islotes, se fueron diseminando estos templos-prioratos que actuarían como núcleos directores de la repoblación. Por la hagiografía, podría pensarse en repobladores cántabros que, desde Santillana del Mar, dejaron testimonio de su paso en las provincias de Palencia, Zamora, Valladolid y Segovia, en un camino obligado, y empleado anteriormente por otros pueblos, hacia el interior.

La toponimia atestigua poblaciones con el nombre de Santa Juliana en Santander (Santillana del Mar) y en Palencia (Santillana de Campos). Igual podría decirse de San Cebrián, la otra ermita vecina de Santa Juliana. De toda España, este santo sólo da nombre a poblaciones de Palencia (San Cebrián de Muda y San Cebrián de Buenamadre), de Zamora (San Cebrián de Castro) o de Valladolid (San Cebrián de Mazote).

Desde allí la devoción a estos santos alcanzaría nuestra comarca. Seguramente, la actual carretera CL-601 discurra sobre rutas muy anteriores que también sirvieron como vía de penetración a los repobladores cántabros o palentinos.

Sobre la ermita de Santa Juliana, cuentan los mayores una curiosa leyenda de los frailes que la custodiaban. Disfrutaban estos religiosos de amplias posesiones de tierras de pan llevar, huertas y, sobre todo, viñas. Esos frailes tendrían sus bodegas, y quién sabe si sus riquezas, en una cueva bajo la cuesta que corona la ermita.

Para entrar a ese recinto de buen vino y grandes tesoros habría un pasadizo oculto tras el retablo del altar mayor, o a los pies del mismo, o bajo una retama de la loma, o…

Aquellos frailes, asegura la leyenda sin dar más detalles, «anochecieron y no amanecieron», llevándose las riquezas que pudieron transportar, y hasta la campana de la espadaña de su ermita [2].

Se ha excavado en repetidas ocasiones en la cuesta de Santa Juliana, con la esperanza de encontrar la entrada de la cueva de que habla la leyenda. Pero lo único que se ha encontrado hasta la fecha han sido los huesos de los sepultados dentro de la ermita y de los que yacían en el cementerio ubicado en el exterior, un cimiento de alguna edificación y los restos de una peguera muy antigua. El misterio continúa…

Santa Juliana es una ermita aneja a la iglesia parroquial. Cada vez que ha sido necesaria una reparación, reforma o ampliación, y eso ha ocurrido con mucha frecuencia desde que se tienen datos (por ejemplo, en los siglos XVII y XVIII, uno de cada tres años de media), los devotos de Navalmanzano han contribuido a sufragar los gastos.

Espacios de la ermita

El edificio tiene dos espacios claramente diferenciados. El más grande corresponde a una ampliación de la primera mitad del siglo XX [3], sobre el espacio que ocupó la nave de la antigua construcción. Muy funcional y sin respetar para nada formas artísticas anteriores, poco tiene que ver con la parte más antigua, la cabecera, hoy devuelta en lo posible a su belleza medieval.

Esa parte más moderna da luz, con sus dos ventanales, y posibilita, con su amplitud, que un mayor número de feligreses asista a los actos religiosos que allí tienen lugar. La inclinación de la cuesta sobre la que se asienta, obligó a adosar, más tarde, dos contrafuertes al sur. Las goteras han obligado a cambiar la adintelada techumbre recientemente.

En el Archivo Parroquial, y corroborado por los trabajos de restauración de 1995 [4], se comprueba la existencia, en ese mismo lugar que hoy ocupa la ampliación, de un espacio de tres naves, más estrechas las de los lados.

Las bases de los pilares que sustentaban la techumbre se encontraban a cinco metros de distancia unos de otros, a lo largo, y a unos dos metros a lo ancho. Al solano se abría un pórtico [5].

El suelo de naves y pórtico era de baldosa de barro rojo. Es de suponer que los elementos de sustentación y adorno eran arcos de ladrillo al estilo de los que se han restaurado recientemente en la iglesia de San Juan de Aguilafuente.

Da la impresión de que, al hundirse la nave en el siglo XIX, la cabecera cerró su arco triunfal y la ermita se redujo a ese espacio. La nueva fachada que quedó aprovecharía la antigua puerta de acceso al templo, un arco de medio punto de dovelas de piedra caliza. Sus principales adornos serían una ventana de ladrillo, alargada y estrecha, parecida a la que aún se puede ver en San Cebrián, y una verdugada de ladrillos a media altura, que rompen la monotonía de la pared encalada.

El arco triunfal ligeramente apuntado, que separa la nave de la cabecera, sobresale al exterior, y en el lado sur (al lado norte desapareció en la reforma de 1950), con apariencia de contrafuerte añadido al templo. Rematando ese arco triunfal, se recorta una espadaña, al igual que en otras ermitas mudéjares de la zona (Santa Águeda, San Mamés,…), también de ladrillo y en arco de medio punto, de un solo ojo.

La cabecera tiene aún el encanto de su sencillez original. De planta cuadrada [6], es de mayores proporciones que la de la mayoría de las ermitas similares de la zona. Su estilo mudéjar lo delata la fábrica de calicanto enlucido y el empleo del ladrillo en esquinas, arcos y aleros. Ese alero luce «…un friso de esquinillas por debajo de la cornisa, en el lado sur, y otro, en que alternan éstas y los ladrillos aparejados por la cara corta, en el norte…» [7].

Detalles del interior

En el interior, el gran arco triunfal doblado, marca el tránsito de una parte a otra del edificio. Los arcos de ladrillo serán los elementos constructivos y decorativos de toda la obra antigua:

Las paredes laterales de la construcción primitiva tienen, cada una, dos arcos ciegos de medio punto, con doble función tectónica y decorativa.

Ermita de Santa Julia en Navalmanzano
Ermita de Santa Juliana. Detalle del interior.

Se sujeta la cubierta, a dos aguas, abovedando la techumbre y reforzándola con tres arcos fajones, de ojiva no muy pronunciada.

El retablo barroco, de un cuerpo con dos pisos y tres calles, se encuentra enmarcado por el arco fajón adosado a la pared oriental. Perteneció a la iglesia parroquial [8].

Eso explica que los Santos Niños presidan, desde lo más alto de la calle central, su composición iconográfica. Esta circunstancia me plantea la duda sobre si la ventana que hubo detrás de ese retablo se construyó a la vez que la ermita o se abrió más tarde, para dar luz al transparente de San Justo y Pastor.

Sea como fuere, hubo de cerrarse por el peligro de que se abriera la pared.

Ermita de Santa Julia en Navalmanzano
Retablo barroco de Santa Juliana

De la predela arrancan cuatro columnas salomónicas en las que se enroscan racimos y hojas de vid. Sostenidos por ménsulas con cabezas de angelitos, se encuentran tres imágenes: La Virgen con el Niño, en la primera; Santa Juliana, en la tercera; y el lugar central lo ocupa la imagen cargada de barroquismo del Bendito Cristo, guía del fervor religioso de Navalmanzano.

De todas ellas, la de mayor antigüedad e interés artístico es la Virgen sedente con el niño.

Ermita de Santa Julia en Navalmanzano
Imagen gótica de la Virgen con el Niño

Muestra características del románico, tales como el hieratismo y la frontalidad, y anuncia el gótico porque denota cierta intención de movimiento, porque en la cara de ambos hay una mueca de sonrisa cómplice y una relación más entre ambos personajes: la única mano que le queda a la madre sujeta con ternura la rodilla del niño y éste sostiene con la mano izquierda el “Libro de la Vida” [9], mientras parece bendecirnos con la derecha.

Es una composición muy repetida en la Edad Media, de influencia bizantina, y que entraría dentro del grupo que se ha dado en llamar “Virgen Theotokos” [10].

El Bendito Cristo de Santa Juliana es una imagen barroca y efectista. Se sujeta en una cruz, que arranca de una semiesfera, donde el INRI apenas encuentra palo para sostenerse.

Es un Cristo de tres clavos con las piernas prácticamente estiradas y un paño de pureza que recuerda la técnica escultórica de paños mojados. La mirada hacia el suelo y la boca entreabierta están anunciando el inminente momento de la muerte.

Ermita de Santa Julia en Navalmanzano
Cristo de Santa Juliana

Sus heridas, quizás con unas manchas de sangre exageradas, palidecen ante su larguísima melena. Es este detalle el que más llama la atención de la talla. Y esto es así porque existe la tradición, en Navalmanzano, de que las muchachas se enorgullecen cuando se cortan sus trenzas, y después luce su pelo el Bendito Cristo de Santa Juliana.

La santa titular de la ermita nos mira desde la parte derecha del retablo con un libro abierto en sus manos, como única alusión iconográfica.

Esas tres imágenes se encuentran en hornacinas rematadas en arcos de medio punto. Destaca la central, la del Cristo, por sus mayores dimensiones y porque, en sus impostas, aparecen dos querubines volando para contribuir, con las columnas salomónicas y con la decoración vegetal de las dos calles exteriores del segundo piso, a cierta sensación de movimiento, de inestabilidad barroca.

La puesta de Sol sobre la ermita, una tabla de 1996 donada por el pintor Amadeo Olmos, tapa una deteriorada pintura de la Jerusalén Celeste anterior, del siglo XVIII, que hacía de fondo para aquella hornacina central del Cristo de Santa Juliana.

A este Cristo, Navalmanzano le ha rezado, le ha escrito poemas, le ha cantado y le ha pedido lluvia para sus sembrados [11].

Una talla barroca de la Virgen del Carmen flanquea el lado izquierdo del retablo. Sus brazos abiertos y sus ojos de cristal, llenos de sufrimiento, parecen suplicar por las almas que penan en el infierno y le reclaman auxilio, a sus pies.

De vuelta a Navalmanzano

La vuelta hacia el pueblo ha perdido parte del encanto que tuvo. A los pies de la cuesta, ya no mana la «fuente Santera» ni está el viejo puente de Santa Juliana, el que sostenía, en bandolera, el camino de San Cebrián.

Clama al cielo la dejadez de Navalmanzano ante el deterioro de su patrimonio artístico y cómo a este encantador puente se le vio morir bajo la indiferente mirada de todos.

Permitir el tráfico de vehículos muy pesados sobre él fue el comienzo de su ruina. Las avenidas del invierno de 1997 hicieron el resto. Hoy es un montón de piedras informe que deberían recuperarse.

Ermita de Santa Julia en Navalmanzano
Puente de Santa Juliana, desaparecido en 1997

Era un puente adintelado del que no se conoce la fecha de construcción, probablemente anterior al siglo XVIII [12].

Seis de sus ocho ojos presentaban sillares redondeados de piedra caliza en sus pilares, sin tajamar. Su interior era de mampostería, dejando a la vista sólo la piedra labrada.

Los bloques de piedra que le servían de dintel aparecían en dos filas: la superior sobresalía unos centímetros de la inferior. Para indicar la anchura de su lanza se valía de cuatro pivotes troncocónicos truncados.

Los dos ojos más bajos, por el desnivel del terreno, estaban construidos con lajas de piedra de la zona. Seguramente correspondían a una ampliación posterior, para evitar que las avenidas de las aguas rebasaran el puente y anegaran las tierras circundantes.

Sigamos hacia el pueblo, pero dejando el camino. Desviemos nuestros pasos por las eras. Allí, de niños, cogíamos «ajos de cigüeña» para notar el pegamento de su savia, jugábamos o trillábamos entre las hacinas y parvas, que vestían de montañas amarillas lo que antes fue planicie verde, o cazábamos «zamarriegas», una especie de escarabajo volador,…

Ante las primeras edificaciones del pueblo, reclaman nuestra atención, quizás como pidiéndonos que los rescatemos, los restos de un pasado no tan lejano: en una cantera, la pesada piedra de un lagar; junto a una cárcel de leña, un carro de llanta desvencijado; algo más allá, una herrumbrosa aventadora de «La Extraordinaria»;…

El viejo transformador de luz, una pequeña «torreta neomudéjar», nos sale al encuentro y nos da la bienvenida a Navalmanzano.

Notas

[1]
Además de los lógicos enterramientos cristianos (constatados por documentos e incontroladas excavaciones), el lugar que ahora ocupa el templo bien pudiera haber servido de necrópolis de los pueblos más primitivos que se asentaron en la zona, como ocurre en otras muchas ermitas españolas.
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[2]
Revista “El Palenque” de la A.D.C. PUENTECANTO. Nº 7. Pág. 11: En un poema lleno de ascetismo sobre el Cristo de Santa Juliana, Domingo Tardón resume esta leyenda:

“…Hace años la ocuparon
unos frailes andariegos,
la cripta no se llevaron,
nadie sabe dónde fueron,
los rezos se suspendieron
y a mi Cristo abandonaron.
En la huída derrumbaron
la entrada que tanto usaron:
la cueva quedó cerrada.
¡Misterios de los humanos!
Mientras todo se descubre
espera Navalmanzano…”

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[3]
La ampliación a que me refiero se inauguró el día de la Cruz de mayo de 1950.
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[4]
Ese año, en la cabecera, se descubren los ladrillos de los arcos y se pica la anterior pintura (de bandas perpendiculares, en una pared, y de “brochazos”, en la otra). Aparece, entonces, la fecha de una reforma (1892). La nave cambia su tejado, se enfoscan y alzan sus paredes, se embaldosa el suelo y se restaura la fachada.
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[5]
Los datos que se tienen de ese pórtico se fechan en los siglos XVI, XVII y XVIII. Debió hundirse, junto con la nave, en la primera mitad del siglo XIX. A comienzos del siglo XX, quedaba en pie un retazo del paredón del cierzo de esa nave.

En el Libro de Difuntos del año 1599 se habla de un matrimonio, muertos por la peste de ese año, que “…estan marido ymuger enterrados en elportal de Santajuliana enun mismo sepulchro…”.

En los Libros de Fábrica de la iglesia (A.P.N.):
Año 1643: Se gastan 117 reales “…enadereçar el soportal queestaba caido y tejar todo el cuerpo dela hermita…”.
Año 1658: Se hace una buena reparación y, entre otras cifras, se gastaron 78 reales en “…atrostejar elsoportal…”.
Año 1714: Se colocan “…Zinco Redezillas de alambre paralas ventanillas … y zerrar los bajeros de las paredes (del pórtico)…”.
Años 1749 y 1750: Se destinan 74 reales para comprar 650 tejas “…Para ElPortico…”.
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[6]
Dos elementos me llevan a pensar que la construcción del viejo templo tuvo lugar a finales del siglo XIII o principios del XIV: en el mudéjar se cambió por entonces la cabecera absidal por la poligonal y los arcos tendieron a apuntarse, doblándose el triunfal, por esa época.
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[7]
RUIZ HERNANDO, J. Antonio: “La arquitectura de ladrillo en la provincia de Segovia. Siglos XII y XIII”. Pág. 119. Imp. Hijos de C. Martín. Segovia, 1988.
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[8]
Libro de Fábrica de la iglesia. Año 1765. Archivo Parroquial de Navalmanzano : “…asenttar El retablo antiguo Que havia enesttaYglesia Enla Ermitta de SanttaJuliana…”.
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[9]
Ese libro guardaría el conocimiento de Dios relativo a los elegidos, y en él se encontrarían inscritos los predestinados a la gloria del Señor. Esta composición y la consabida devoción mariana de los monjes del Cister, ¿nos estarán hablando de la Orden religiosa a la que pertenecían los frailes de Santa Juliana?
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[10]
”Trono de Dios”. Para el artista románico, la Virgen, más que la Madre, es el Trono del Salvador. Por eso, sus brazos se disponen en ángulo recto, simulando los brazales de un trono.
La mano que le falta a la Virgen, posiblemente portara una manzana, aludiendo a su papel de “Nueva Eva”.
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[11]
Revista de la A.D.C. PUENTECANTO, “El Palenque”. Nº 1, págs. 21 y 23; nº 4, pág. 16; nº 7, pág. 11;…
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[12]
La primera anotación de su nombre se encuentra en el Prot. 4.891, fol. 78, del año 1704, en el Archivo Histórico Provincial de Segovia. Ahora bien, al no tener datos descriptivos de él, no puede asegurarse que se trate del mismo puente derruido en 1997.

En los planos municipales del término, anteriores a la Concentración Parcelaria, figura como Puente Santera (hubo al lado una fuente con ese nombre).
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Escrito por Juan José Gilsanz Otero

Licenciado en Geografía e Historia por la UNED

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